Espectro

Desde el día que partí de Colombia, no ha habido jornada alguna en la cual tu recuerdo no se haya entrelazado con mi ser. En cada palabra que pronuncio, en los refranes que evoco, moras como un espectro dentro de mí, transmitiendo tu sabiduría, tu astucia, la firmeza de tu voluntad y tu propósito.

Te fusionas con mi existencia de maneras múltiples y profundas, ya sea en el tenor de una conversación mientras disecciono cada paso a seguir, o en los días en que la enfermedad me aqueja y surge tu voz como un faro mental, instándome a superar la adversidad, a levantarme.

Esta voz, tu voz, ha sido el timón de mis pasos por años incontables. Donde el deseo común de los padres de perpetuarse en sus hijos se torna en nosotros en algo más vasto, en algo más profundo. Es tu espíritu el que camina conmigo a través de cada desafío, de cada decisión, de cada problema en el que me veo envuelto. Esta simbiosis ha forjado entre nosotros una identidad compartida, tan profunda que en cada aspecto nos reflejamos el uno con el otro.

Me es claro que tanto mis derrotas como mis victorias te pertenecen, son tuyas. Cada estudio emprendido, cada logro, cada diplomado, cada título, constituyen un fenómeno curioso: no me pertenecen en su totalidad, son, de hecho, tus resultados a través de mí, tu espectro.

En este umbral de tus sesenta años, mi más profundo deseo es que sigas impregnando nuestras vidas con ese espíritu indomable. El mundo adquiere una luminosidad única, sabiendo que existes en él, guiándonos, sosteniéndonos.

Tu comentario aquí

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.